Nunca el pánico hizo presa de una persona como en aquella ocasión se apoderó de mi espíritu. El golpe que había recibido en el orgullo había asestado en tan preciso y pertinente lugar que no hubo más remedio sino reconocer en el instante que estaba acabado. Mi vida estaba terminada pues ahora todo el mundo sabría la verdad sobre mi persona; ahora estaba expuesto a mi realidad y cualquiera podría percibirla sin dificultad alguna. Estaba atrapado, sin salida. De pronto la vida ya no era tan grata y el futuro se vislumbraba como un infierno insoportable a cuyo abismo de exponencial sufrimiento estaba determinado incondicional e irreparablemente. La desesperación y el terror a tan siniestro porvenir me obligaron a correr desesperadamente en dirección opuesta, pero era demasiado tarde y lo único que pude lograr fue dar vueltas en círculos durante eternidades interminables. Hasta que un día, sin esperanza ni fe alguna, con el pecho lleno de angustia, llevando en los hombros el peso insoportable de mi pasado y mis culpas, convencido de que ya no había salida, encontré un alma perdida que había recorrido el mismo camino que yo, y entonces me di cuenta de que no estaba solo. Por un segundo, la angustia y el miedo cesaron: aún quedaba una vaga esperanza de que a pesar de mi vida, tal vez no pasara nada...
Erik S.G.P.
-13-III-'11-
Erik S.G.P.
-13-III-'11-
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