Un buen día, levantas tu adormilado ser de la cama, y convencido de hacer lo correcto, pues tener el estómago vacío gracias a la falta de ingresos es absolutamente incompatible con la vida, acudes al lugar donde te han dicho que recibirán tu documentación para firmar un contrato y recibir el pago por dos meses de labores hasta el momento no remuneradas justamente. Ya es bastante ingenuidad pensar en recibir salarios justos en este país, pero igualmente lleno el corazón de esperanza, pues es esta última el sustituto del vacío en el vientre, acudes presuroso y contento con los papeles bajo el brazo a un edificio horriblemente viejo en la calle de Uxmal, cerca de Popocatépetl. El encontronazo con la realidad no se hace esperar. Un tipo de traje, más o menos de tu edad, pero menor en estatura y peso, te lleva de la mano a otro edificio todavía más gris y viejo, junto con tus compañeras de trabajo, para darte media hora de cátedra sobre las razones por las cuáles tus papeles están incompletos y no es posible que los reciba hasta ver bloques de expedientes bien logrados. Les indica el régimen fiscal al cual deben estar sujetos, confiesa su intención por retener documentos personales, originales, hasta por tres días, entrega tres formatos para llenar con letra de molde, dice las respuestas, y les envía a casa de vuelta para poner en regla el papeleo. Cabe destacar que todo lo anterior sucede fuera de unas oficinas improvisadas, en un estacionamiento en el sótano, sin luz, sin aire, ya sin esperanza...
Subes la rampa del estacionamiento, acompañado de tus amigas, igual de molestas. Una de ellas confiesa no tener intención de entregar nada y dejar perder dos meses de salarios pues sabe que lo han reducido hasta en un sesenta por ciento. Obviamente no le conviene firmar nada. Así que envueltos en rabia, parten a seguir con sus actividades y reorganizar las agendas para hacer hueco al tiempo que cada uno necesita para poner en regla sus papeles. Cuesta trabajo recuperar el ánimo, es mucho esfuerzo. Pero te sobrepones y buscas todos y cada uno de los papeles que te han sido solicitados. Los encuentras, haces citas con el servicio tributario para cambiar de régimen fiscal, esperas más burocracia y estás listo para lo que venga. Nada puede ser peor que quedarse sin paga, y por ende, sin comer. Eso se gana uno por estudiar durante varios años para obtener un grado y un salario estúpidamente bajo en proporción al esfuerzo realizado día con día al trabajar en una maldita dependencia de gobierno...
Erik S.G.P.
-22-VI-'09-
Subes la rampa del estacionamiento, acompañado de tus amigas, igual de molestas. Una de ellas confiesa no tener intención de entregar nada y dejar perder dos meses de salarios pues sabe que lo han reducido hasta en un sesenta por ciento. Obviamente no le conviene firmar nada. Así que envueltos en rabia, parten a seguir con sus actividades y reorganizar las agendas para hacer hueco al tiempo que cada uno necesita para poner en regla sus papeles. Cuesta trabajo recuperar el ánimo, es mucho esfuerzo. Pero te sobrepones y buscas todos y cada uno de los papeles que te han sido solicitados. Los encuentras, haces citas con el servicio tributario para cambiar de régimen fiscal, esperas más burocracia y estás listo para lo que venga. Nada puede ser peor que quedarse sin paga, y por ende, sin comer. Eso se gana uno por estudiar durante varios años para obtener un grado y un salario estúpidamente bajo en proporción al esfuerzo realizado día con día al trabajar en una maldita dependencia de gobierno...
Erik S.G.P.
-22-VI-'09-
3 comentarios:
Entonces nunca pienso trabajar en una dependencia de gobierno.
De repente no sé si es más mi desidia que el hecho de que no me gusta la burocracia que esos trámites siempre los dejo al final cuando ya urgen.
Siempre... siempre está la opcion de irse.
ODIO la burocracia... Me dio coraje tu relato, pero me sentí tan encabronadamente identificada...
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