Cuando solía venir a tu encuentro,
te hallaba sumergida en los más profundos pensamientos,
y atendiendo a los gritos insolentes de mi corazón,
trataba de sacarte de tu pasmo solitario
para dedicarte los más dulces versos con la intención
de provocar en tu pecho algo similar
a lo que yo sentía por ti cada vez que evocaba tu rostro
o tenía el placer de verte.
Pero inútiles fueron mis intentos pues
permaneciste eternamente muda,
inamovible ante mis ruegos y poemas,
estoica ante mi llanto y ante el constante incendio
de un amor que sin reclamos
se pronunció tuyo eternamente incluso a costa
de tu indiferencia y la ausencia
de respuesta a mis caricias y mis versos...
Erik S.G.P.
-10-VII-'12-
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