Sueño que estamos en un cuarto con muy poca luz, el aroma de un par de cigarrillos encendidos crea una barrera de humo entre nosotros para inhibir la ansiedad que se acumula. De pronto se acostumbra uno al aire viciado y se cae la barrera con una gota de sudor que rueda por nuestras frentes. Nos abalanzamos uno sobre otro y en un fuerte abrazo nuestras bocas se encuentran violentamente. Te arrojo sobre una cama que no habíamos visto y comienzo a despojarte de tus atavíos lentamente. Respiramos cada vez más fuerte, se escuchan las partículas y su movimiento. No puedo controlarme más y te desgarro la ropa, dejándola hecha harapos. Con la misma violencia y rapidez, me despojo de la mía, con tu ayuda por supuesto. Separo tus piernas y mi lengua encuentra el paraíso entre ellas. El calor y la humedad aumentan, nos sofocan. Me levantas la cabeza, y con un movimiento rápido y efectivo me colocas boca arriba sobre el colchón. Te sientas en mi cara y me dejas seguir probando de tu magnífico néctar mientras haces lo propio con la incontenible erección que casi explota entre tus labios. Finalmente llegamos a un punto sin retorno, y a pesar de que al parecer nuestros cuerpos están agotados, la inercia pasional que nos embarga nos obliga a continuar, así que te incorporas para recostarte y me invitas con un gemido de ansiedad a penetrarte, y obedientemente, lo hago. Permanecemos mudos y perplejos unos segundos que duran una eternidad. Justo cuando el clima va haciéndose propicio, empieza el vals de nuestro coito. Unos cuantos pasos despacio, hacemos pausas, nos miramos, las caderas que chocan, tus muslos en mis manos, tus pechos en mi boca, tus uñas en mi espalda, tus dientes en mi cuello, y el vals cada vez es más intenso, más rápido, más violento. De pronto y sin aviso alguno, me encuentro de nuevo debajo tuyo y ahora tú diriges este baile. No lo soportamos más. Sabemos que está cerca el final, y sabemos que será glorioso. Nuestras pupilas se dilatan, se encuentran en la obscuridad y con un alarido apagado por la falta de aire, exhalamos la última gota de líbido que habíamos acumulado hasta ése momento. Llegamos al final del viaje, no obstante, continuamos con un lento recorrido que hacen nuestras manos y ya no sabemos cuál extremidad le pertenece a quién. Encendemos otro par de cigarrillos, y cuando nos hemos acostumbrado una vez más a aquél aroma, mi sueño se repite, una y otra vez.
martes, julio 18, 2006
Mi musa, 2a. parte.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Si me buscas me encuentras...

No hay comentarios.:
Publicar un comentario