lunes, julio 17, 2006

Sobre erotismo y poesía

Para mí, el quiebre fundamental en la toma de conciencia sobre el sentido de la propia vida, se da en el momento en que el individuo entra en contacto con sus más recónditos deseos e impulsos, pues todos ellos tienen que ver con el círculo de la vida y la muerte. Son momentos de locura, pues el individuo tiene que negociar consigo mismo las normas de conducta que le permitan satisfacer éstos deseos sin pasar por encima de sus congéneres: de ahí que nuestros más íntimos deseos queden reprimidos en nuestro inconsciente. Sin embargo, hay quienes, envueltos en permanentes abscesos de locura, logran concientizar estas terribles fantasías, canalizándolas en métodos alternativos que algunas veces llegan a satisfacer tales incróspidos deseos. Una de esas salidas es la poesía, y qué mejor manera de ilustrar toda esta cuestión que con un poema que habla al respecto:

Es erótico

¿Por qué la poesía? Es fácil...
Por el simple placer de transgredir,
de hacer comunión con lo prohibido.
Es erótico; es la vida y la muerte.

Es por la continuidad del acto amoroso,
que asegura la vida y al mismo tiempo,
nos despoja de la continuidad de nuestras individualidades.
Es el dualismo perfecto, paradójico, violento.

Es amarse a sí mismo en el placer ajeno,
y convertirse así, en objeto de deseo.
Es amar al ser odiado por violentarnos
cuando comparte su ser y su cuerpo.

Es dejar de ser uno mismo para convertirse en el otro,
y desear que aquél nos pertenezca.
Es poesía por ser evanescente, por ser la fusión,
la fusión del cielo, la mar, la tierra y el vientre.

Es el sufrimiento de la vida,
la celebración de la muerte,
el placer de la carne y la sed de sangre;
¡es el miedo a una caricia y al amor incandescente!

-Tomado de "El llanto con el que envejecemos,"
de Erik Sierra Gómez Pedroso.-

Si tomaramos a la poesía como dogma, nos quedaría muy claro a partir de los versos anteriores, que cualquier acto erótico es un acto de transgresión. El terreno de la sensualidad es el terreno de lo prohibido. Justo donde se rompen las reglas y las leyes. Para poder vivir se necesita morir, y visceversa. Un círculo sin final, eterno, en cuya naturaleza está inscrito el placer humano de romper todo para crear algo nuevo y más bello. No es más satisfactorio, placentero, suave y aromático por naturaleza ontológica, sino porque antes había otro menos satisfactorio, reglamentado. De ahí que la infidelidad, naturalmente, sea mucho más gozosa y placentera que el propio acto conyugal. Está inscrita en el anonimato, en el escondrijo, a expensas de todos. Y la conciencia sobre esa naturaleza, lo hace mucho más placentero y apasionante.

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