miércoles, noviembre 29, 2006

Y si lo pensamos un poco...

A pesar de que el esfuerzo aparentemente no vale la pena, tomémonos unos minutos de paciencia y pongámonos en los zapatos de Felipe Calderón. Yo sé que es una tarea difícil y tal vez no hallemos mucho sentido en la faena, pero creo que es un ejercicio que podemos hacer sin que nuestra conciencia sufra de graves consecuencias, por lo tanto, entreguémonos al demonio unos instantes e imaginemos que somos el susodicho y llegamos al congreso el día primero de diciembre del 2006 a las 3:30 de la tarde. Como el congreso está rodeado de pefepos y la gente se ha reunido en grandes aglomeraciones a protestar porque no quieren que tomemos posesión dada nuestra calidad de espurios, llegamos al congreso en helicóptero, y ya nos vamos acostumbrando porque desde el 2 de julio de este mismo año hemos tenido que hacerlo en repetidas ocasiones, así que nuestros cuerpos de guardias presidenciales nos acompañan durante el aterrizaje y antes de permitirnos pisar suelo heliportuario, se aseguran de que todo esté en orden. Bajamos las escaleras y nuestra escolta sigue asegurándose de que todo esté bajo control para que podamos tomar posesión como Dios manda, pero nos encontramos con un cuadro espectacular al momento de entrar al recinto donde se supone que llevemos a cabo lo que venimos a hacer el día de hoy. Los legisladores, de nuestro partido, y nuestros opositores, se han logrado apoderar de la tribuna y también se han enredado a puños y gritos para impedir tanto la toma de nuestra posesión como la propia toma de la tribuna. Cabe destacar que el Canal del Congreso, lleva tres días transmitiendo todo lo que pasa en la cámara, en vivo y a todo color, así que los ojos, no sólo del país, sino del mundo, están puestos sobre cada uno de nuestros movimientos. Estamos a punto de recorrer el tramo más largo y peligroso que jamás hayamos cruzado en nuestra vida. La silla presidencial se ve más pequeña con cada paso que damos y el ambiente cada vez está más enardecido. Los gritos aumentan, el presidente que nos entregará el bando está orinandose en los pantalones y no sabe qué demonios hacer. De pronto estamos en medio de la revuelta e incluso nuestros guardias presidenciales sienten que el mundo se les viene encima. Y nosotros estamos en cadena internacional, con una sonrisota que no puede ser más falsa pero se ha petrificado en nuestro rostro por el miedo, pues cada movimiento que hagamos será observado y transmitido... ¿qué hacer? ¿QUÉ HACER? ¿Realmente quisieramos ser Felipe Calderón? No gracias...

No hay comentarios.:

Si me buscas me encuentras...