En la terminal de autobuses...

De pronto, el móvil comenzó a sonar indiscretamente a un tiempo matinal demasiado joven para poder decir que el alba estaba cerca. Sin dudarlo, pero gozando de amplísmia torpeza dado el mal horario, puso sus dedos sobre el aparato para ver cuál era el importantísimo asunto y presunto motivo de interrupción del período de vigilia. No había en la breve pantalla sino una pregunta que rogaba misericordemente por un encuentro a la llegada del bús a las cinco de la mañana. A organizar todo sin pensarlo dos veces. Era necesario espabilar la mente, llamar un taxi, brincar a la ducha y salir lo más pronto posible. El camino, aunque corto en tiempo, se fue haciendo infinitamente pesado debido a la angusita y ansiedad que pesaban sobre sus hombros. ¿Cómo sería? ¿Qué traería puesto? ¿Sería igual que en las fotos? Lamentablemente jamás pudo descubrirlo. En cuanto pisó territorio de viajeros y bestias mecánicas de tres y cuatro ejes, el móvil dejó de funcionar, los telegramas electrónicos parecían no llegar y los dedos en el teclado al otro lado de los satélites y redes, parecían no tener voluntad por obedecer al mandato angustioso que clamaba una y otra vez: ¡Contesta los mensajes, por favor! ¿Dónde demonios estás?

Erik S.G.P.
-28-IV-'09-